El conflicto entre el día a día y los proyectos
Las organizaciones existen para generar riqueza. La manera de alcanzar esos resultados es mediante la generación de valor al mercado. Esto ha llevado a que las empresas aceleren la búsqueda hacia la innovación y la diferenciación. Los factores cambiantes obligan a las organizaciones, conscientes o no, a acelerar su evolución. La evidencia de esta situación se vive cada año, en donde se tratan de cumplir las metas definidas en el periodo anterior y generan un nuevo aire en las iniciativas estratégicas. Acá empieza el problema. Los funcionarios a todo nivel tienen que realizar las actividades recurrentes en la operación y al mismo tiempo tienen que emprender los nuevos proyectos definidos. La noción de conflicto empieza a gestarse en el día a día de las personas y entre mayor sea la responsabilidad y jerarquía dentro de la organización, mayor será el conflicto.
Una definición de inercia es “rutina o desidia”, según la RAE. El frenesí de lo cotidiano, por lo general utiliza toda la energía de las personas. Resolver las situaciones ordinarias no siempre deja espacio para pensar en los proyectos de mediano o largo plazo. Es imperativo resolver el hoy y luego pensar en el mañana, lo malo de eso, es que no siempre se resuelve el hoy y se repiten los problemas constantemente. Si se tiene el vaso lleno, es imposible verter más líquido. Los proyectos de mejora implican más actividades, más líquido para el vaso. Otro elemento para tener en cuenta es que, por diversos motivos, una forma de proteger la estabilidad laboral es estando ocupado. Si un funcionario tiene capacidad disponible, aparentemente sobra. Esto profundiza el conflicto entre lo urgente y lo importante. Se debe estar ocupado cada día y no queda tiempo para nada más.
Existen dos motores que guían los comportamientos, el miedo y el deseo. El primero es más efectivo que el segundo, pero considero que puede generar consecuencias negativas a largo plazo. El deseo busca una situación no obtenida aún. Algo que sea retador y al mismo tiempo alcanzable. Una meta que valga la pena el esfuerzo y los sacrificios que pueda necesitar. El deseo alcanzable da energía y motivación. Tener una visión definida no significa que las personas entiendan qué deben hacer para lograrla.
Las acciones para lograr esa meta son indispensables. . Es necesario definir un proyecto para alcanzar un resultado, ¿es la única forma de lograrlo? No lo puedo asegurar, pero lo que la evidencia demuestra, es que los grandes resultados son la consecuencia de una ejecución disciplinada de actividades. La brecha entre el resultado deseado y las acciones para alcanzarlo es lo que he definido como “zona gris”. Esta situación se evidencia en iniciativas de cada persona y empresas.
¿Como salir de la zona gris?
Las empresas necesitan cambiar para cumplir sus metas. Las metas se logran con proyectos bien definidos y con la ejecución que corresponda. Si se siguen estas acciones, el resultado será X. La organización debe presentar la meta y las acciones, o como representantes suyos, los líderes deben desarrollar o buscar quien les ayude a desarrollar un proyecto para alcanzar esa meta. La organización no sólo debe tolerar, sino incentivar una manera de trabajar en donde las personas ejecuten las tareas diarias y dediquen parte de su atención a los nuevos proyectos. Dicho proyecto no debe reñir con las acciones diarias, debería ser un complemento. La manera de incentivar dicho cambio se fundamenta en la forma en que se mide y se recompense a cada individuo.
Una iniciativa sin proyecto, un proyecto sin líder, son la fórmula para seguir repitiendo iniciativas inconclusas y tolerar la existencia de la zona gris.
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